miércoles, 7 de febrero de 2018

Itinerario para el desarrollo de las prácticas de Aprendizaje-Servicio




Itinerario para el desarrollo de un proyecto de aprendizaje-servicio (Tapia, 2006; Clayss, 2009).
Muy esquemáticamente, todo proyecto de intervención social tiene tres grandes etapas: un momento de acercamiento a un recorte de la realidad, de reconocimiento y diagnóstico de problemas, emergencias, desafíos y de planeamiento del proyecto; un segundo momento de ejecución de lo proyectado, y de adecuación de lo planeado a lo posible en un contexto determinado, y un tercer momento de cierre y evaluación de lo actuado y de celebración de los logros. Cada una de estas tres etapas puede desarrollarse en forma más o menos compleja, y requerir más o menos pasos intermedios para ser completada.
En función de ello, el itinerario que muestra el gráfico implica tres grandes etapas:
A – Diagnóstico y planificación
B – Ejecución del proyecto
C – Evaluación y sistematización finales
Ahora bien: hay aspectos de un proyecto que no se dan en orden cronológico, un paso después del otro, sino que lo atraviesan permanentemente. Por ello, el gráfico nos muestra a las tres grandes etapas “atravesadas” por tres procesos simultáneos, que involucran al conjunto del proyecto:
Reflexión
Registro y comunicación
Evaluación
ETAPA A DIAGNÓSTICO Y PLANIFICACIÓN
Paso 1 Diagnóstico participativo
a) Identificación de necesidades/ problemas/ desafíos
b) Análisis de la factibilidad de respuesta desde la institución educativa
Primer diseño borrador y búsqueda de alianzas intra y extra- institucionales



Paso 2 Diseño y planificación del proyecto
a) Fundamentación
b) Objetivos del servicio solidario y del aprendizaje
c) Destinatarios del servicio solidario
d) Actividades del servicio solidario
e) Contenidos y actividades del aprendizaje
f) Tiempos-Cronograma tentativo
g) Espacios para desarrollar el proyecto
h) Designación de responsables y protagonistas
i) Fuentes de recursos
j) Reflexión y evaluación del diseño y coherencia interna del proyecto

ETAPA B EJECUCIÓN
Paso 3
 Establecimiento de alianzas institucionales,
 obtención de recursos
Formalización de acuerdos,
convenios y alianzas

Paso 4 Implementación y gestión del proyecto solidario
Desarrollo simultáneo de los contenidos de aprendizaje asociados
Registros, ajustes, revisiones, nuevas implementaciones y alianzas
Reflexión y evaluación del proceso y logros intermedios


ETAPA C CIERRE Y MULTIPLICACIÓN
Paso 5 Evaluación y sistematización finales, medición de impacto
Paso 6 Celebración y reconocimiento de los protagonistas
Paso 7 Continuidad y multiplicación de proyectos de aprendizaje-servicio

PROCESOS TRANSVERSALES
• Reflexión
• Registro, sistematización y comunicación

• Evaluación procesual (Clayss, 2009)

Cuadrantes del Aprendizaje y el Servicio social





En la realidad abundan las zonas grises entre compromiso social y excelencia académica, entre actividades solidarias y actividades de aprendizaje, entre el puro asistencialismo y la intervención social eficaz.
Diversas herramientas han sido propuestas para diferenciar prácticas de intervención comunitaria desarrolladas en ámbitos educativos con diversa intencionalidad formativa y social (Tapia, 2000).
En función a los ejes quedan delimitados los cuadrantes, que permiten diferenciar cuatro tipos de experiencias educativas:

Trabajos de Campo/ Pasantías/ Aprendizaje en Base a Problemas: actividades de investigación y práctica que involucran a los estudiantes con la realidad de su comunidad, pero considerándola como objeto de estudio. Permiten aplicar y desarrollar conocimientos y habilidades en contextos reales que apuntan al conocimiento de la realidad, pero no se proponen ni su transformación ni el desarrollo de vínculos solidarios.
El principal destinatario del proyecto es el estudiante, el énfasis está puesto en la adquisición de aprendizajes y el contacto con la realidad es instrumental.
Iniciativas solidarias asistemáticas/ Voluntariados: actividades ocasionales, promovidas y gestionadas aisladamente, con escasa o nula articulación con los contenidos curriculares. Son “asistemáticas”, surgen ocasionalmente ya que atienden una necesidad específica por un lapso acotado, no son planificadas institucionalmente. El principal destinatario es la comunidad beneficiaria, el énfasis está puesto en atender una necesidad, y no en generar una experiencia educativa. La participación es, generalmente, voluntaria, y no se evalúa ni formal ni informalmente el grado de participación de los estudiantes ni los aprendizajes desarrollados.
Servicio Comunitario Institucional y Voluntariado: actividades solidarias que forman parte explícita de la misión institucional, y son diseñadas y gestionadas con soporte institucional. Ese apoyo suele permitir que las acciones solidarias sean sostenidas en el tiempo, y de mayor eficacia y sustentabilidad. En general apuntan simultáneamente a atender necesidades sociales, y a la formación de los estudiantes en el compromiso social y la participación ciudadana. Estas actividades suelen tener un fuerte impacto en el desarrollo personal de los estudiantes, aunque los aspectos formativos de las acciones solidarias no suelen ser planificados intencionadamente y discurren en paralelo con la formación académica sin enriquecerse mutuamente.
Aprendizaje-servicio: son aquellas experiencias, prácticas y programas que ofrecen simultáneamente una alta calidad de servicio y un alto grado de integración con los aprendizajes formales; que atienden simultáneamente objetivos de aprendizaje y de servicio efectivo a la comunidad, en las que los destinatarios del proyecto y los estudiantes son simultáneamente proveedores y beneficiarios de servicios ya que ambos se benefician con el proyecto; y en los que la población atendida es percibida al mismo tiempo como proveedora de servicios.
En la vida real, las fronteras entre los “cuadrantes” pueden presentar múltiples zonas grises, pero pueden resultar orientadores en los procesos institucionales de transición hacia formas sistemáticas de aprendizaje-servicio a partir de otras experiencias previas.
2.6 - Transiciones: las prácticas de aprendizaje-servicio como proceso institucional
Algunos proyectos de aprendizaje-servicio se planifican como tales desde el primer momento. Sin embargo, la experiencia muestra que en muchos casos las prácticas de aprendizaje-servicio se desarrollan a través de procesos no siempre intencionados de transición, partiendo de otro tipo de actividades hasta llegar a definir todos los rasgos programáticos del aprendizaje-servicio.
En la experiencia latinoamericana pueden encontrarse proyectos y programas hoy altamente institucionalizados, pero que surgieron gradualmente a partir de la tradición y cultura de la propia institución educativa u organización social (Tapia, 2006).
Por ejemplo, una escuela secundaria con fuerte tradición en investigación en Ciencias Naturales decidió aplicar esos estudios al desarrollo de un programa de promoción de la salud comunitaria y protección de la biodiversidad regional, generando primero algunas experiencias de aprendizaje- servicio y luego un programa institucional que lleva más de 10 años.
Retomando los cuadrantes del aprendizaje y el servicio, podríamos identificar cuatro grandes “transiciones” que se dan tanto a lo largo del eje del servicio solidario o del eje del aprendizaje integrado al servicio:
Del “servicio” al “aprendizaje-servicio”: actividades solidarias con poco valor educativo agregado que comienzan a sistematizar su articulación con los contenidos educativos. Para transformarse en aprendizaje-servicio deben articular aprendizajes curriculares, sostenerse en el tiempo, sistematizar las acciones del proyecto, establecer objetivos, evaluar los logros y considerar a los beneficiarios co-protagonistas.
Del aprendizaje al aprendizaje-servicio: actividades educativas con escasa conexión con la realidad que comienzan a proyectarse hacia el afuera de la institución educativa con una intencionalidad solidaria. Para transformarse en aprendizaje-servicio deberían incorporar un objetivo solidario y desarrollar actividades con ese fin, de modo que los saberes se apliquen y enriquezcan en el contexto real de la acción al servicio de una necesidad social.
De las iniciativas solidarias asistemáticas u ocasionales a un servicio solidario institucionalizado: proyectos con escaso impacto en cuanto a su servicio solidario que van pasando de actividades excesivamente o exclusivamente asistencialistas a actividades con alguna intencionalidad más promocional y mayor impacto en la calidad de vida de los destinatarios.

Del voluntariado institucional al aprendizaje-servicio: las acciones solidarias ya sostenidas por la institución comienzan a articular intencionadamente contenidos educativos formales, sistematizar las acciones del proyecto, establecer objetivos, evaluar logros, nivel de satisfacción e impacto, e integrar a los destinatarios como co-protagonistas del proyecto.
Una vez que se generan experiencias que reúnen los rasgos programáticos del aprendizaje- servicio, estas pueden tener continuidad como experiencias vinculadas a una cátedra o a un grupo dentro de una organización juvenil. En otros casos, a partir de experiencias sostenidas en el tiempo pueden generarse programas más complejos, o desarrollarse procesos de institucionalización de programas sustentables de aprendizaje-servicio, hasta que este se convierte en una de las formas características de enseñar, de aprender y de vincularse con la comunidad de una determinada institución educativa u organización social.

Los procesos de institucionalización del aprendizaje-servicio pueden resultar más  menos prolongados en el tiempo, pero la experiencia sugiere que se requieren o menos entre tres y cinco años de políticas institucionales consistentes para que comience a verificarse.

Aprendizaje-Servicio como pedagogía



Además de referirse a experiencias concretas, en un sentido más amplio el aprendizaje- servicio es considerado una metodología o estrategia pedagógica, y como una pedagogía.
Numerosos autores subrayan que en los fundamentos de las prácticas de aprendizaje- servicio se encuentra una concepción integral de la educación, y en ese sentido, definen al aprendizaje-servicio como una pedagogía o una filosofía de la educación (Stanton, 1990).
El Aprendizaje-Servicio, sin dejar de ser un programa, es también una filosofía. Es decir, una manera de entender el crecimiento humano, una manera de explicar la creación de vínculos sociales y un camino para construir comunidades humanas más justas y con una mejor convivencia. (Puig, 2007).
El aprendizaje-servicio (…) es también una filosofía de crecimiento humano y sentido, una visión social, un modo de aproximación hacia la comunidad y una manera de conocer. (Kendall, 1990).
Se pretende fortalecer una concepción humanista y no tecnocrática de la acción educativa, concibiendo el aprendizaje académico como parte imprescindible, pero no excluyente, en el desarrollo de personas libres, individual y colectivamente asumidas en su historicidad y posibilidades de transformación. (CVU, 2004)
Entendido como pedagogía, el aprendizaje-servicio involucra cuestiones centrales de la reflexión educativa. Propone un modo de vinculación pedagógica en la que educador y educando aprenden juntos de la realidad y se comprometen juntos en su transformación.
Implica aprendizajes activos y significativos, centrados en el sujeto que aprende, y una concepción del conocimiento como bien social. Involucra una mirada sobre la identidad misma de las instituciones educativas, superadora de las “torres de marfil” y las “islas” vinculadas por “puentes” a la realidad. En esta perspectiva, las instituciones educativas no se “extienden” hacia el “afuera”, sino que se reconocen, en cambio, como “parte de” un territorio y una comunidad, y se articulan como nodos de redes comunitarias en las que se debe trabajar en alianza. En una institución educativa tradicional se aprende sólo en las aulas y laboratorios.
La pedagogía del aprendizaje-servicio reconoce que también se puede aprender de la comunidad y en la comunidad.
Es necesario subrayar que en todas partes del mundo, las experiencias de aprendizaje- servicio han antecedido a la reflexión teórica sobre ellas. Más de medio siglo antes de que en Estados Unidos se acuñara el término “service-learning”, el Servicio Social en las Universidades mexicanas ya estaba involucrando a miles de estudiantes que aplicaban sus conocimientos al servicio de sus comunidades. Aún hoy, en Iberoamérica es muy frecuente encontrar experiencias que responden a las características programáticas del aprendizaje servicio sin que sus protagonistas lo hayan denominado de esa manera.
Probablemente, uno de los rasgos más característicos del aprendizaje-servicio es que puede ser considerado una innovación pedagógica, pero al mismo tiempo recoge tradiciones educativas de larga data y una enorme pluralidad de fuentes de inspiración teórica. Simplemente a título de ejemplificación de esta basta pluralidad, señalemos que las primeras raíces de la experiencia norteamericana pueden encontrarse en la pedagogía de John Dewey y la filosofía de William James (que consideraba al servicio social como “equivalente moral” al entonces dominante servicio militar, JAMES, 1910), mientras que el pensamiento de Gandhi es fundante del aprendizaje-servicio en la India, y ha influido también en otras regiones del mundo (Tapia, 2006).
 Algunos autores han rastreado puntos de contacto del aprendizaje-servicio con la propuesta educativa de Baden Powel, y con la pedagogía socialista del trabajo (Chanes, 2006; Trilla, 2009).
En América Latina el aprendizaje-servicio tiene raíces pedagógicas propias y distintivas de otras regiones del mundo. Si bien está aún por escribirse una historia de la solidaridad educativa en nuestra región, podría afirmarse que en América Latina las prácticas que vinculan educación y solidaridad son tan antiguas como las identidades americanas originarias y las escuelas establecidas por los misioneros a partir del siglo XV. Al mismo tiempo, recién desde principios del siglo XX comienza a conformarse un movimiento pedagógico aún en plena construcción.
Aunque podrían encontrarse antecedentes más antiguos, podríamos decir que los movimientos universitarios extensionistas del siglo XIX constituyen una raíz común y uno de los antecedentes más directos del aprendizaje-servicio tanto en Europa como en las Américas.
Desde fines del siglo XIX, y especialmente por la influencia convergente del Servicio Social establecido por la Revolución mexicana en 1910 y del movimiento de Reforma universitaria nacido en Argentina en 1918, la Educación Superior latinoamericana ha desarrollado una larga historia de compromiso social que la diferencia de otras tradiciones. Por su parte, las escuelas de la región han tenido una no menos comprometida tradición de actividades solidarias y de vinculación capilar con sus comunidades. Si bien tanto la extensión universitaria como la solidaridad escolar han generado a menudo experiencias de servicio asistencialistas y poco estructuradas, no menos cierto es que también han generado tradiciones institucionales que están en los orígenes de los desarrollos contemporáneos del aprendizaje-servicio.
La pedagogía del aprendizaje-servicio adquiere nombre propio y comienza a conceptualizarse a fines de los años ’60, en el marco de la proliferación de programas de servicio juvenil voluntario y obligatorio. Podría decirse que en ese período convergen la tradición norteamericana de “experiential learning” y la experiencia latinoamericana, un proceso en el cual Paulo Freire cumplió un rol sumamente significativo. De hecho, el exilio de Freire en Estados Unidos y la publicación en inglés de la “Pedagogía del oprimido” contribuyeron a que su pedagogía crítica y comprometida con la realidad se difundieran en los ámbitos académicos norteamericanos y europeos.
Varios de los pioneros del aprendizaje-servicio en Estados Unidos fueron influenciados por el pensamiento de Freire. Entre ellos, Myles Horton desarrolló una estrecha amistad y una fructífera colaboración intelectual con Freire Unidos (FREIRE-HORTON, 1991) que incidieron en el naciente movimiento pedagógico. Aún hoy el pensamiento de Paulo Freire, incluida su Pedagogía de la esperanza, puede reconocerse en los fundamentos teóricos tanto del aprendizaje-servicio latinoamericano como en el service-learning norteamericano (Brown, 2001; Deans, 1999).
Si bien entre los años ‘60 y ‘80 prácticamente toda la bibliografía especializada sobre aprendizaje-servicio estaba publicada en inglés o alemán, en los últimos 20 años se han multiplicado las obras e investigaciones producidas en Iberoamérica, y ha comenzado a delinearse un movimiento pedagógico regional con identidad propia.

Se podría decir que en Iberoamérica el desarrollo de la pedagogía del aprendizaje servicio se ha nutrido de un intenso diálogo horizontal entre teoría y práctica, y que han sido particularmente variadas las influencias teóricas (Tapia, 2006).

martes, 6 de febrero de 2018

Características que debe poseer el Aprendizaje-Servicio






• Protagonismo activo: la actividad está protagonizada activamente por niños, adolescentes o jóvenes acompañados por educadores formales o no formales. El protagonismo juvenil involucra todas las etapas de diseño y gestión del proyecto solidario, incluyendo el diagnóstico, planeamiento, ejecución, evaluación y sistematización. Los “Standards” norteamericanos denominan este aspecto como “youth voice” (Billigweah, 2008). Quisiéramos subrayar que entendemos por “protagonismo” que no sólo se “escuche” la voz de los jóvenes y que estos puedan presentar sus iniciativas, sino que también puedan liderarlas o compartan la gestión de las actividades (Hart, 1997).

• Servicio solidario: destinado a atender necesidades reales y sentidas de una comunidad. Se planifican actividades concretas, adecuadas y acotadas a la edad y capacidades de los protagonistas, y orientadas a colaborar en la solución de problemáticas comunitarias específicas. Las acciones son desarrolladas junto con la comunidad y no sólo “para” ella, apuntando a su activa participación en los procesos de diagnóstico, planeamiento, ejecución y evaluación, más como co-protagonistas que como “destinatarios” de la acción solidaria. En todos los casos posibles, las actividades se realizan en alianza con organizaciones locales. Las iniciativas pueden estar localizadas en el mismo territorio que la institución educativa, o dirigidas a comunidades alejadas.
La intensidad y duración de las actividades se planifica en función de alcanzar los objetivos sociales y educativos propuestos.

Aprendizajes intencionadamente planificados en articulación con la actividad solidaria: el proyecto articula explícitamente el aprendizaje de contenidos curriculares, en el caso de las instituciones educativas, o formativos, en el caso de las organizaciones sociales. En ambos casos, las experiencias son planificadas en modo de permitir la adquisición y puesta en juego de saberes disciplinares y/o multidisciplinares en contextos de atención a problemas reales, la reflexión sobre la práctica solidaria y el desarrollo de habilidades para la ciudadanía y el trabajo. Especialmente en el caso de las experiencias desarrolladas en instituciones de Educación Superior, los proyectos de calidad suelen implicar también el desarrollo de actividades de investigación y de prácticas profesionalizantes.

El término “aprendizaje-servicio“ puede designar a experiencias, proyectos o prácticas realizadas por un grupo específico de personas. También puede referirse a programas, es decir al conjunto de experiencias que se desarrollan en el marco de planes o políticas institucionales de aprendizaje-servicio.

Rasgos comunes que debe tener el Aprendizaje-Servicio





1. Servicio significativo
2. Vinculación con el currículo
3. Reflexión
4. Diversidad
5. Voz de los jóvenes
6. Alianzas
7. Monitoreo de los avances
8. Duración e intensidad

Definimos Aprendizaje-Servicio






Tapia (2.009) afirma: “Son centenares las definiciones posibles para el término Aprendizaje-Servicio. CLAYSS lo define como: Un servicio solidario destinado a atender necesidades reales y sentidas de una comunidad, protagonizado activamente por los estudiantes desde el planeamiento a la evaluación, y articulado intencionadamente con los contenidos de aprendizaje (contenidos curriculares o formativos, reflexión, desarrollo de competencias para la ciudadanía y el trabajo, investigación. (p.21).


Responder a necesidades sociales o realizar una acción en beneficio de la comunidad, aprender algo, realizar un servicio, vivir una experiencia significativa, llevar a cabo actividades de reflexión, colaborar con otras instituciones sociales y establecer con ellas vínculos de partenariado y (…) contribuir a la formación para la ciudadanía. (Puig 2009)

Qué entendemos por Aprendizaje Servicio

Aprendizaje y servicio solidario
Las experiencias de aprendizaje-servicio permiten a niños, adolescentes y jóvenes aplicar sus saberes al servicio de las necesidades de su comunidad. Simultáneamente, esta acción solidaria en contextos reales les permite aprender nuevos conocimientos y desarrollar saberes para la vida, el trabajo y la participación ciudadana. Este tipo de experiencias permiten realizar una contribución concreta y evaluable a la vida de una comunidad, y también mejorar la calidad e inclusividad de la oferta educativa formal y no formal. (Tapia 2.003)
El término “Aprendizaje-Servicio” se utiliza para denominar experiencias o programas específicos, desarrolladas por un grupo particular de jóvenes o adultos, en el contexto de instituciones educativas o de organizaciones sociales. Designa también una propuesta pedagógica y una forma específica de intervención social.
En las definiciones de aprendizaje-servicio provenientes del mundo anglosajón, a menudo se hace referencia al componente del “servicio” como un medio o vehículo para el aprendizaje, y al aprendizaje-servicio como uno de muchos formatos posibles del aprendizaje a través de la experiencia, y del “aprender haciendo” (HALSTEAD, 1998; STANTON, 1990).
En el contexto latinoamericano, en cambio, muchas instituciones educativas se aproximan a la realidad social primariamente para intentar responder solidariamente a alguno de los muchos y urgentes desafíos que plantea la pobreza y la inequidad de nuestra región. A menudo la valorización del componente educativo de las prácticas solidarias llega en un segundo momento, cuando los educadores han comenzado a reconocer el valor formativo que puede involucrar una acción social.
El contenido pedagógico y el contenido social de las prácticas de Aprendizaje-Servicio son igualmente relevantes. Las experiencias muestran que la pertinencia y eficacia de la actividad solidaria están directamente relacionadas con la calidad de los aprendizajes desarrollados, y con el grado de compromiso y participación de educadores y jóvenes. De la misma manera, la calidad de la acción solidaria a menudo está determinada por la calidad de los saberes involucrados en ella. No se requiere de grandes conocimientos para reunir alimentos perecederos y entregarlos a un comedor comunitario. En cambio, hace falta poner en juego sólidos saberes multidisciplinarios para contribuir a generar emprendimientos productivos sustentables que permitan a una comunidad producir su propio sustento.
En ese sentido, se establece un “círculo virtuoso” entre aprendizaje y servicio: los aprendizajes sistemáticos enriquecen la calidad de la actividad social, y el servicio solidario impacta en la formación integral y estimula una ulterior producción de conocimientos (Tapia, 2009).

Puig (2.009) afirma: “En el aprendizaje servicio el conocimiento se utiliza para mejorar algo de la comunidad y el servicio se convierte en una experiencia de aprendizaje que proporciona conocimientos y valores. Aprendizaje y servicio quedan vinculados por una relación circular en la que ambas partes salen beneficiadas: el aprendizaje adquiere sentido cívico y el servicio se convierte en un taller de valores y saberes”. (p.9)

Medios de Comunicación

  I-                     Formamos grupos de trabajo y respondemos las siguientes preguntas a-¿Qué importancia tienen estos medios en nuest...