Aprendizaje y servicio
solidario
Las experiencias de
aprendizaje-servicio permiten a niños, adolescentes y jóvenes aplicar sus
saberes al servicio de las necesidades de su comunidad. Simultáneamente, esta
acción solidaria en contextos reales les permite aprender nuevos conocimientos
y desarrollar saberes para la vida, el trabajo y la participación ciudadana.
Este tipo de experiencias permiten realizar una contribución concreta y
evaluable a la vida de una comunidad, y también mejorar la calidad e
inclusividad de la oferta educativa formal y no formal. (Tapia 2.003)
El término
“Aprendizaje-Servicio” se utiliza para denominar experiencias o programas
específicos, desarrolladas por un grupo particular de jóvenes o adultos, en el
contexto de instituciones educativas o de organizaciones sociales. Designa
también una propuesta pedagógica y una forma específica de intervención social.
En las definiciones de
aprendizaje-servicio provenientes del mundo anglosajón, a menudo se hace
referencia al componente del “servicio” como un medio o vehículo para el
aprendizaje, y al aprendizaje-servicio como uno de muchos formatos posibles del
aprendizaje a través de la experiencia, y del “aprender haciendo” (HALSTEAD,
1998; STANTON, 1990).
En el contexto
latinoamericano, en cambio, muchas instituciones educativas se aproximan a la
realidad social primariamente para intentar responder solidariamente a alguno de
los muchos y urgentes desafíos que plantea la pobreza y la inequidad de nuestra
región. A menudo la valorización del componente educativo de las prácticas
solidarias llega en un segundo momento, cuando los educadores han comenzado a
reconocer el valor formativo que puede involucrar una acción social.
El contenido pedagógico
y el contenido social de las prácticas de Aprendizaje-Servicio son igualmente
relevantes. Las experiencias muestran que la pertinencia y eficacia de la
actividad solidaria están directamente relacionadas con la calidad de los
aprendizajes desarrollados, y con el grado de compromiso y participación de
educadores y jóvenes. De la misma manera, la calidad de la acción solidaria a
menudo está determinada por la calidad de los saberes involucrados en ella. No se
requiere de grandes conocimientos para reunir alimentos perecederos y
entregarlos a un comedor comunitario. En cambio, hace falta poner en juego
sólidos saberes multidisciplinarios para contribuir a generar emprendimientos
productivos sustentables que permitan a una comunidad producir su propio
sustento.
En ese sentido, se
establece un “círculo virtuoso” entre aprendizaje y servicio: los aprendizajes
sistemáticos enriquecen la calidad de la actividad social, y el servicio
solidario impacta en la formación integral y estimula una ulterior producción
de conocimientos (Tapia, 2009).
Puig (2.009) afirma: “En el aprendizaje servicio el conocimiento se
utiliza para mejorar algo de la comunidad y el servicio se convierte en una
experiencia de aprendizaje que proporciona conocimientos y valores. Aprendizaje
y servicio quedan vinculados por una relación circular en la que ambas partes
salen beneficiadas: el aprendizaje adquiere sentido cívico y el servicio se
convierte en un taller de valores y saberes”. (p.9)
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