miércoles, 7 de febrero de 2018

Aprendizaje-Servicio como pedagogía



Además de referirse a experiencias concretas, en un sentido más amplio el aprendizaje- servicio es considerado una metodología o estrategia pedagógica, y como una pedagogía.
Numerosos autores subrayan que en los fundamentos de las prácticas de aprendizaje- servicio se encuentra una concepción integral de la educación, y en ese sentido, definen al aprendizaje-servicio como una pedagogía o una filosofía de la educación (Stanton, 1990).
El Aprendizaje-Servicio, sin dejar de ser un programa, es también una filosofía. Es decir, una manera de entender el crecimiento humano, una manera de explicar la creación de vínculos sociales y un camino para construir comunidades humanas más justas y con una mejor convivencia. (Puig, 2007).
El aprendizaje-servicio (…) es también una filosofía de crecimiento humano y sentido, una visión social, un modo de aproximación hacia la comunidad y una manera de conocer. (Kendall, 1990).
Se pretende fortalecer una concepción humanista y no tecnocrática de la acción educativa, concibiendo el aprendizaje académico como parte imprescindible, pero no excluyente, en el desarrollo de personas libres, individual y colectivamente asumidas en su historicidad y posibilidades de transformación. (CVU, 2004)
Entendido como pedagogía, el aprendizaje-servicio involucra cuestiones centrales de la reflexión educativa. Propone un modo de vinculación pedagógica en la que educador y educando aprenden juntos de la realidad y se comprometen juntos en su transformación.
Implica aprendizajes activos y significativos, centrados en el sujeto que aprende, y una concepción del conocimiento como bien social. Involucra una mirada sobre la identidad misma de las instituciones educativas, superadora de las “torres de marfil” y las “islas” vinculadas por “puentes” a la realidad. En esta perspectiva, las instituciones educativas no se “extienden” hacia el “afuera”, sino que se reconocen, en cambio, como “parte de” un territorio y una comunidad, y se articulan como nodos de redes comunitarias en las que se debe trabajar en alianza. En una institución educativa tradicional se aprende sólo en las aulas y laboratorios.
La pedagogía del aprendizaje-servicio reconoce que también se puede aprender de la comunidad y en la comunidad.
Es necesario subrayar que en todas partes del mundo, las experiencias de aprendizaje- servicio han antecedido a la reflexión teórica sobre ellas. Más de medio siglo antes de que en Estados Unidos se acuñara el término “service-learning”, el Servicio Social en las Universidades mexicanas ya estaba involucrando a miles de estudiantes que aplicaban sus conocimientos al servicio de sus comunidades. Aún hoy, en Iberoamérica es muy frecuente encontrar experiencias que responden a las características programáticas del aprendizaje servicio sin que sus protagonistas lo hayan denominado de esa manera.
Probablemente, uno de los rasgos más característicos del aprendizaje-servicio es que puede ser considerado una innovación pedagógica, pero al mismo tiempo recoge tradiciones educativas de larga data y una enorme pluralidad de fuentes de inspiración teórica. Simplemente a título de ejemplificación de esta basta pluralidad, señalemos que las primeras raíces de la experiencia norteamericana pueden encontrarse en la pedagogía de John Dewey y la filosofía de William James (que consideraba al servicio social como “equivalente moral” al entonces dominante servicio militar, JAMES, 1910), mientras que el pensamiento de Gandhi es fundante del aprendizaje-servicio en la India, y ha influido también en otras regiones del mundo (Tapia, 2006).
 Algunos autores han rastreado puntos de contacto del aprendizaje-servicio con la propuesta educativa de Baden Powel, y con la pedagogía socialista del trabajo (Chanes, 2006; Trilla, 2009).
En América Latina el aprendizaje-servicio tiene raíces pedagógicas propias y distintivas de otras regiones del mundo. Si bien está aún por escribirse una historia de la solidaridad educativa en nuestra región, podría afirmarse que en América Latina las prácticas que vinculan educación y solidaridad son tan antiguas como las identidades americanas originarias y las escuelas establecidas por los misioneros a partir del siglo XV. Al mismo tiempo, recién desde principios del siglo XX comienza a conformarse un movimiento pedagógico aún en plena construcción.
Aunque podrían encontrarse antecedentes más antiguos, podríamos decir que los movimientos universitarios extensionistas del siglo XIX constituyen una raíz común y uno de los antecedentes más directos del aprendizaje-servicio tanto en Europa como en las Américas.
Desde fines del siglo XIX, y especialmente por la influencia convergente del Servicio Social establecido por la Revolución mexicana en 1910 y del movimiento de Reforma universitaria nacido en Argentina en 1918, la Educación Superior latinoamericana ha desarrollado una larga historia de compromiso social que la diferencia de otras tradiciones. Por su parte, las escuelas de la región han tenido una no menos comprometida tradición de actividades solidarias y de vinculación capilar con sus comunidades. Si bien tanto la extensión universitaria como la solidaridad escolar han generado a menudo experiencias de servicio asistencialistas y poco estructuradas, no menos cierto es que también han generado tradiciones institucionales que están en los orígenes de los desarrollos contemporáneos del aprendizaje-servicio.
La pedagogía del aprendizaje-servicio adquiere nombre propio y comienza a conceptualizarse a fines de los años ’60, en el marco de la proliferación de programas de servicio juvenil voluntario y obligatorio. Podría decirse que en ese período convergen la tradición norteamericana de “experiential learning” y la experiencia latinoamericana, un proceso en el cual Paulo Freire cumplió un rol sumamente significativo. De hecho, el exilio de Freire en Estados Unidos y la publicación en inglés de la “Pedagogía del oprimido” contribuyeron a que su pedagogía crítica y comprometida con la realidad se difundieran en los ámbitos académicos norteamericanos y europeos.
Varios de los pioneros del aprendizaje-servicio en Estados Unidos fueron influenciados por el pensamiento de Freire. Entre ellos, Myles Horton desarrolló una estrecha amistad y una fructífera colaboración intelectual con Freire Unidos (FREIRE-HORTON, 1991) que incidieron en el naciente movimiento pedagógico. Aún hoy el pensamiento de Paulo Freire, incluida su Pedagogía de la esperanza, puede reconocerse en los fundamentos teóricos tanto del aprendizaje-servicio latinoamericano como en el service-learning norteamericano (Brown, 2001; Deans, 1999).
Si bien entre los años ‘60 y ‘80 prácticamente toda la bibliografía especializada sobre aprendizaje-servicio estaba publicada en inglés o alemán, en los últimos 20 años se han multiplicado las obras e investigaciones producidas en Iberoamérica, y ha comenzado a delinearse un movimiento pedagógico regional con identidad propia.

Se podría decir que en Iberoamérica el desarrollo de la pedagogía del aprendizaje servicio se ha nutrido de un intenso diálogo horizontal entre teoría y práctica, y que han sido particularmente variadas las influencias teóricas (Tapia, 2006).

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